El papel del notario en los pequeños pueblos: cercanía y servicio público en la España rural

Mireya Martínez Badás 06/11/2025

Vivir en un pueblo es formar parte de una comunidad donde las relaciones personales aún tienen un peso determinante. Las distancias son cortas, la vida transcurre con otro ritmo y, en muchos casos, los trámites del día a día se resuelven con una conversación en la plaza o una visita rápida al Ayuntamiento. Sin embargo, en medio de esta cercanía, descuellan carencias que conmueven a los hijos de ciudad y resignan estoicamente a la ruralidad contra la que se ceban y que se evidencian, por citar algunas, en la falta de profesionales especializados, la distancia a centros urbanos o la dificultad para acceder a servicios esenciales.

En este contexto, la figura del notario rural adquiere una relevancia silenciosa pero fundamental. Lejos del entorno urbano, en los pueblos, el notario no solo es un profesional del derecho, sino también un elemento cohesionador de la vida cotidiana. Desde la compraventa de una finca hasta la redacción de un testamento o la formalización de una herencia; o situaciones más o menos personales que, sin ser puramente jurídicas, se someten a su más que presumible buen juicio y cuya complejidad ocasiona más de un desvelo; su papel es clave para garantizar la seguridad jurídica de quienes viven en el entorno rural y el buen cauce de las relaciones personales de las que se deduzca deriva jurídica.

«En los pueblos, el notario no solo es un profesional del derecho, sino también un elemento cohesionador de la vida cotidiana»

La realidad para muchos notarios que ejercen en zonas rurales está marcada por desafíos que van de la mano y que enraízan en la artificial dicotomía de mundo urbano-mundo rural, pues no se entiende al uno sin el otro, y cuyo producto medra en las carencias señaladas, encontrando su punta de lanza en una despoblación, magnificada por el envejecimiento de la población “resistente” y el forzado reclutamiento de gentes que la urbanidad hace en las zonas rurales; con el resultado de que las ciudades crezcan y se modernicen a ritmo vertiginoso, y que los pueblos, con suerte, evolucionen a un tempo tan pausado que, a veces, parece que se paran. Y pese a ello, y por eso, la presencia del notario “rural” -que es tan notario como el de capital- es indispensable.

Los servicios que presta el notario en estas zonas destacan por un doble valor: legal y simbólico. El primero se realiza en el carácter de garante de la seguridad jurídica preventiva que ejerce; el segundo como institución irreductible que no abandona a las poblaciones por muy despobladas o dejadas de la influencia administrativa que estén, funcionando a la vez como un elemento social integrador al que se acude para resolver cuitas de casi toda índole, cobrando una importancia estratégica para que las poblaciones puedan sobrevivir a las amenazas actuales y evolucionen sin ser historias de una noche de verano, o de manera que no languidezcan en un sueño del que, quizás, no despierten.

«Su papel es clave para garantizar la seguridad jurídica de quienes viven en el entorno rural y el buen cauce de las relaciones personales»

Vivir en un entorno rural te expone a cosas extraordinarias, el mundo natural y la idiosincrasia particular de la vida en un pueblo pequeño supone una experiencia estimulante para ejercer las funciones notariales, de notario de los que se dicen “de toda la vida”, en la que lo importante es prestar un servicio de calidad, cercano y adecuado a cada caso para dar la mejor atención y solución. Esto exige una evolución constante para preservar la esencia del pueblo y procurarle el empuje que necesite para colaborar al avance del valor rural.

 

| Este post fue publicado en el diario asturiano La Nueva España, el 21 de octubre de 2025.

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