¿Le puedo hacer una pregunta, señor notario?

Joaquín Vicente Calvo Saavedra 22/03/2016

shutterstock_199444694Cuentan que hace años, en un pueblo del norte, el notario, al entrar en su despacho por la mañana, se encontró a dos paisanos con una oveja. «Señor notario, venimos para que nos diga de quién es la oveja». Esta anécdota refleja (de manera algo exagerada, claro está), lo que en muchas ocasiones pasa en mi despacho con preguntas que realmente poco tienen que ver con el trabajo de una notaría.

Anticipo que estas líneas son sobre todo aplicables a las notarías de «pueblo», a las que orgullosamente he pertenecido siempre desde mi ingreso en el cuerpo hace ya unos cuantos años. Vaya también por delante que siempre he tenido claro que el deber de asesoramiento y de consulta personal al notario forma parte de la esencia de mi profesión. Es más, soy de los que piensa que sin ese asesoramiento personalizado, mi trabajo además de ser mucho más aburrido, sería menos valioso para la sociedad y perdería gran parte de su valor añadido.

El deber de asesorar forma parte de la legislación notarial desde su primer artículo. El notario escucha y busca soluciones, se convierte a veces en una especie de confesor, en una persona a la que «se le cuenta todo» sabiendo que el secreto profesional, la discreción y el conocimiento de antecedentes sólo pueden redundar en beneficio del servicio y facilitar la mejor solución.  Me encanta hablar con la gente, y entiendo mi labor de asesoramiento como una de las partes más importantes de mi trabajo, esa parte de consultas para buscar una solución, para encontrar la mejor forma de resolver algo, para superar ese falso «el notario cobra solo por una firmita y no hace nada más».

Mi trabajo requiere conocimientos específicos, y, como cualquier otro profesional, necesito estar al día, estudiar y saber la realidad en la que se vive. Pero yo no puedo resolver todos los problemas. Las normas tienen que cumplirse, hay una serie de requisitos y de limitaciones que no se pueden soslayar ni con toda la buena voluntad del mundo.  Frases como «¿Por qué me pide esto, es que no se fía de mí?”; “Pues en mi país basta solo una firma»; «Siempre se ha hecho así y no hay problemas» o «He leído en internet que se puede hacer» u otras por el estilo son el “pan” de cada día.

Lo siento, no tengo una varita mágica, no soy mago. Entiendo los problemas, pero sólo puedo prometer mi mejor disposición y voluntad para buscar la solución más segura. A veces, las dudas nada tienen que ver con mi trabajo, tales como cuál es la mejor forma para sacarse el carnet de conducir, cómo hacer la declaración de la renta, o cómo denunciar los ruidos que hace un vecino.

Me encanta que la gente piense y diga eso de «Hombre, aprovechando que está aquí el notario que seguro que lo sabe, voy a preguntarle». Me sube la autoestima, pero por desgracia no es cierto. Sé o intento saber mucho de mi trabajo, pero igual que osteólogo no tiene por qué saber de trasplantes o el fontanero de pintar casas, no todo lo que tiene que ver con el Derecho forma parte de mi saber. Mis compañeros: abogados, gestores, jueces, registradores, inspectores de hacienda, entre otros, tienen respuestas en sus ámbitos y a ellos tengo que remitirme cuando me llegan esas preguntas que nada tienen con la notaría.

Para acabar, una prevención general. Últimamente, se pregunta muchas veces cosas del estilo de «y esto, ¿cuánto me va a costar?». ¡Ojo! La pregunta puede hacerse y se tiene derecho a respuesta, pero sólo cuando se tienen todos los datos para poder responder de forma fiable.

Ejemplo: «¿cuánto me costará arreglar el coche?» Si el mecánico sabe la avería, el modelo y ha revisado que no hay otro problema, puede presupuestármelo, pero por mail, por teléfono, y sin ver el coche es imposible. Pues en la notaria pasa lo mismo. Deme todos los datos, traiga la documentación de que dispone y le podré dar presupuesto, teniendo en cuenta además que hay otros gastos extra-notariales, sobre todo los fiscales, que no dependen de mí.

En fin, que me encantaría tener la respuesta a todo, pero me conformo, y creo que no es poco, con buscarla en torno a las necesidades diarias de mi despacho, y en confiar que cada uno haga su trabajo con la mayor responsabilidad e ilusión, como yo lo intento, al menos.

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