¿Notario? Sí ¿Forrado? No

Joaquín Vicente Calvo Saavedra 22/09/2014

costes notarioEl otro día estaba con un cliente y salió el inevitable tema de la crisis económica: «Y tú, como notario, ¿cómo lo ves? Aunque claro, como estarás forrado te dará igual. Además, que ya cobráis bastante del Estado como para quejaros».

Me quedé sorprendido, y a la vez algo triste, por algunas ideas preconcebidas tan negativas para mi profesión y por el desconocimiento que existe, ya no de lo que en realidad hace un notario, sino también de lo que realmente cobra y gana por su trabajo y de dónde procede.

Voy a hablar de mi caso, además de porque este es un post personalísimo e intransferible, porque creo que es paradigmático de la situación de la mayoría de los notarios/as de este país.Yo aprobé las oposiciones relativamente mayor, con 33 cumplidos, hace ya 12 años.

Tenía muy claro que quería ser notario, me gusta el Derecho, me gusta la parte «privada», el civil, el mercantil, me gusta el contacto directo con la gente, me gustan los acuerdos, la solución de problemas… Me sigue encantando mi profesión, pero desde luego “no estoy forrado».

No viví ningún boom, tampoco creo que lo hubiera notado mucho en los pueblos en los que he desempeñado hasta ahora mi profesión (Costa da Morte, zona rústica de Lleida…) hasta llegar hace un par de años al maravilloso pueblo de Andratx, en el que en otras épocas podría haberse vivido ese «esplendor», no ahora evidentemente.

No me quejo, siempre me he sentido apreciado y querido en donde he estado, pero como digo siempre he vivido exclusivamente de mi trabajo, del buen servicio que he intentado dar, de la confianza de la gente y de la sensación de que soy uno más, que vive y siente lo que pasa a su alrededor. Soy un profesional más, un trabajador con algunos derechos adquiridos, como en otras muchas profesiones, y con los mismos problemas por los que atraviesan cientos de pequeños empresarios o  profesionales que dependen única y exclusivamente de su trabajo sin ningún tipo de ayuda, subvención o prerrogativa especial. No estoy aforado, respondo a todos los niveles de mi trabajo, me responsabilizo de él, y en el sistema de libre elección de notario, sigo estudiando, preparándome e intentando mejorar  día a día, por la cuenta que me trae.

El arancel notarial (lo que se cobra por cada documento) está tasado en nuestra condición de funcionarios por el Gobierno, no es libre, es igual para todos. En estos últimos años (más de 20) no ha experimentado, ni una sola subida, ni actualización por IPC, ni por devaluación del poder adquisitivo o por el simple paso del tiempo, nada de eso se ha tenido en cuenta.  (Ver aranceles notariales)

El testamento, el poder, las actas, cuesta y se cobra igual que cuando entré en el cuerpo, salvo por la subida del IVA, que evidentemente se recauda no para el notario sino para el Estado.

El arancel se ha “reducido en este tiempo en prácticamente todos los documentos en elaboramos y autorizamos los notarios, como las compraventas, hipotecas, subrogaciones, constitución de sociedades… Reducciones que han llegado en algunos casos hasta el 50% Eso sin contar los documentos que directamente son gratuitos, como los poderes electorales o las actas de las juras de nacionalidad.

Sube la vida, suben las obligaciones, los impuestos, hay que informatizar y modernizar el sistema (algo lógico y necesario), hay que mandar cada vez más información, se nos pide colaboración constante, que por supuesto se da, en prevención del blanqueo de capitales, medios de pago, coordinación con el Catastro, información a Hacienda o a ayuntamientos para plusvalías, información estadística.

La pequeña empresa, que es una notaría, cumple a rajatabla las obligaciones: protección de datos, plataforma informática, sistemas de seguridad… Como en cualquier otra se pagan alquiler, seguros sociales y sueldos de trabajadores (con una escasísima conflictividad laboral, por cierto). Se abonan proveedores, materiales, alguno muy especial, como los folios notariales…

Insisto, todo como cualquier otro profesional, ni más ni menos, con el plus de las obligaciones muy especiales derivadas de la importancia de la seguridad jurídica preventiva, del secreto de protocolo, de la salvaguarda de la documentación, de la confianza que creo que merecidamente se deposita en nosotros. Todo, hasta el último euro es a costa del notario. Insisto, todo.

¿Ayudas del Estado, de las comunidades autónomas, de los ayuntamientos? No hay ninguna partida presupuestaria, no hay un sueldo, no hay un fijo. No hay ninguna ayuda fuera de las generales que puedan corresponder a cualquier Pyme. El Notariado le cuesta 0 (cero) euros al Estado y al resto de entidades públicas.

¿Y la factura? «¡El otro día firmé una hipoteca y el notario me cobró un ojo de la cara!».

Además de lo ya dicho con relación al arancel, aquí tenemos  que entonar un «mea culpa» N no hemos sabido explicar y hacer ver qué es lo que realmente se cobra en la notaría y que parte corresponde al notario. Hablando numéricamente, para pagar la intervención del notario sería de entre el 5-10% de la típica provisión de fondos que nos suele pedir la gestoría, por ejemplo: en una hipoteca o en una compraventa. Esa sería la proporción que correspondería a la factura notarial, incluyendo en esta todos los gastos pagados y anticipados por el notario (folios, información registral, comunicaciones, copias…) ¿Y el resto? Impuestos, comisiones bancarias, gestoría, intermediarios, registro.

Formamos parte de la sociedad, no puede ser de otra forma, nos afecta la crisis como a cualquier otro. Cerca de la notaría tengo un bar, y siempre me dice la dueña: «Trabaja más, que si no hay cola en tu despacho yo sirvo menos cafés«. ¡Ojalá a todos nos vaya mejor! Me gustan las caras sonrientes a mi alrededor.

La notaría refleja la vida de un pueblo, las alegrías y tristezas, los momentos buenos y malos. Da fe de la realidad.

Llevo unos cuantos años, y no estoy forrado. No es, ni será nunca mi objetivo. Quiero vivir como cualquier otro, acostarme cada noche satisfecho del trabajo realizado, ayudar en lo posible a que las cosas mejoren a mi alrededor, que se me retribuya de forma justa, que nadie me acuse de cobrar por hacer nada, o de ser un privilegiado. Por mi parte, como siempre he intentado, prometo trabajar más y mejor. Esa es la cultura del esfuerzo en la que creo y con la que me gustaría que la gente me identificara.

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